Bauta y tricorno.

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Arlequín en el teatro.

Pulchinela enamorado, Tiepolo.

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Las máscaras

El gremio de los fabricantes de máscaras

Los mascareri o maschereri, son los maestros artesanos que hoy mantienen todavía en vida un antiguo y noble oficio, que sobretodo en Venecia entre los siglos XVII y XVIII, tuvo gran demanda de mercado. Las primeras noticias sobre esta figura artesanal se remontan a 1271, pero es en abril de 1436, bajo el ducado de Francesco Foscari, cuando los fabricantes de máscaras tuvieron su mariegola, aún hoy conservada en el Archivo de Estado de Venecia. El gremio de los fabricantes de máscaras y targheri resistió de forma autónoma, aunque si asociados a la categoría de los pintores, hasta 1620, cuando se juntaron con los miniaturistas, dibujantes, doradores y cartoleri.

Las máscaras artesanales eran y son todavía hechas usando la arcilla para el modelo, el yeso para el calco, el papel maché elaborado con cola de harina y gasa, más los colores para pintarlas. En algunos documentos aparece que en 1773 existían en Venecia 12 talleres de máscaras que daban trabajo a 31 personas. A estos pocos talleres llegaba una gran cantidad de trabajo, teniendo en cuenta el uso casi cotidiano que los ciudadanos y forasteros hacían de la máscara, un auténtico bien de consumo en buena parte exportado.

Las reglas para disfrazarse

El uso casi diario de la máscara se debía al período de carnaval tan extenso vigente en Venecia: comenzaba el 26 de diciembre para acabar el día de las Cenizas, pero con frecuencia se concedían licencias para utilizar las máscaras hasta el primero de octubre, y no era insólito ver fiestas y disfraces también durante la Cuaresima y los 15 días de la Fiesta de la Sensa.

A inicios del , se abusaba tanto de la máscara que el 13 de agosto de 1608, el Consejo de los Diez tuvo que promulgar un decreto, conservado actualmente en la Biblioteca Nacional de San Marcos, que fijaba las reglas para limitar su uso. Se prohibía ponérsela en los períodos no carnavalescos, en los lugares de culto y se obligaba a llevarla sólo en los horarios preestablecidos y sin armas. Se vetó el uso en época de peste y fue prohibida a las prostitutas y a los hombres que frecuentaban los prostíbulos. Por enmascaramiento se entendía también tanto el ponerse barba y bigotes postizos como el travestirse de hombre para una mujer o viceversa. Las severas penas impuestas preveían incluso dos años de prisión para los hombres y la vergüenza pública para las prostitutas.

Los disfraces en boga

El disfraz veneciano por excelencia es la bauta, llevada por hombres y mujeres: se trata de una esclavina negra conjuntada siempre con un sombrero a tricornio negro y a una larva, una máscara blanca que oculta el rostro. Con la bauta se garantizaba totalmente el anonimato, además permitía beber y comer. Era la máscara que hacía desaparecer las desigualdades, usada por los hombres y por las mujeres durante el Carnaval aunque también en las fiestas, en los teatros, en los salones de juego, en los encuentros amorosos y cada vez que fuese necesario mantener el anonimato. Una máscara utilizada sólo por las mujeres era la moretta o moreta o moreta, terciopelo negro ovalado que permanecía sobre el rostro de la dama gracias a un botoncillo apretado entre los dientes. La gnaga, una forma muy común de travestismo de mujer, se usaba sobre todo entre los homosexuales. Otros disfraces difundidos eran el mattaccino, hombre disfrazado de niño que en grupo con otros lanzaba huevos perfumados a las chicas guapas, y el médico de la peste, con el inquietante traje que se ponían los doctores durante la peste.

La Comedia del Arte

Las máscaras más populares, que han atravesado los siglos oscuros del carnaval para llegar hasta nuestros días, son las inspiradas en las figuras clásicas de la Comedia del Arte. La máscara encontró su consagración oficial en el teatro, con algunos personajes que se convirtieron en perfectos estereotipos para la sociedad veneciana. Entre las principales recordamos la máscara de Pantaleón, viejo mercader generalmente rico y trapisondista, después estaban unidos por su origen de Bérgamo, el listo siervo Brighella y el tonto Arlequín, y por último la astuta Colombina, sierva cotilla y maliciosa. Del área véneto-lombarda son también las máscaras de Gioppino, Scappino, Traccagnino y Mattaccino. De otra procedencia, pero amada también en Venecia, es la máscara napolitana de Polichinela, el clásico bufón holgazán.


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