Retrado de Aldo Manuzio

Primera imprenta de Aldo Manuzio

El Convento de los Dominicos en Río de los Mendigantes F. Guardi, Pinacoteca de la Accademia Carrara en Bérgamo

La Vírgen y los tres niños que leen, G. Bellini

Páginal manuscrita por Marin Sanudo. Venezia, Biblioteca Marciana

La marca de Aldo Manuzio

Cartel puesto por Manuzio en la entrada de la tipografía

Antigua Edición Manuzio. Venecia, 1579

Medalla de Aldo Manuzio. Venecia, Museo Correr
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La Vírgen y los tres niños que leen, G. Bellini


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Páginal manuscrita por Marin Sanudo. Venezia, Biblioteca Marciana


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La marca de Aldo Manuzio


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Cartel puesto por Manuzio en la entrada de la tipografía


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Antigua Edición Manuzio. Venecia, 1579


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Medalla de Aldo Manuzio. Venecia, Museo Correr


El arte de la imprenta en Venecia

En el siglo XV, tras siete siglos de vida, la Serenísima se encuentra en la cúspide de su expansión teritorial. Ningún estado europeo podía jactarse, ni jamás habría podido vanagloriarse en lo sucesivo, de un período tan largo de continuidad. Este sistema político, la relativa estabilidad y las riquezas acumuladas, habían contribuido al nacimiento del mito de Venecia y habían convertido la ciudad en punto de referencia y modelo para todo el mundo.

A diferencia de lo que sucedía en otros estados, la “Serenísima” era particularmente tolerante con las diferentes filosofías religiosas, a condición de que no amenazasen la seguridad de la República. Los primeros impresores que llegaron a Venecia eran de origen alemán, a continuación llegaron franceses, flamencos, holandeses, suizos, numerosos italianos y después de Candia y de Istria. En Roma, el papa Pablo II había cerrado la Academia de Pomponio Leto, acusándolo de conspiración e irreligiosidad. Es probable que por este motivo confluya en Venecia un nutrido grupo de humanistas reformistas, entre los cuales estaban Aldo Manuzio, Marc’Antonio Sabellico, Francesco Corona.

La libertad de prensa estaba garantizada y fomentada, en especial considerando que la expansión del arte tipográfico se convirtió en pocos años en una discreta fuente de rédito. La actividad editorial veneciana no sólo había requerido la colaboración, sino también estimulado a los impresores a abrirse hacia nuevos experimentos. Además, el Senado había establecido penas severas contra los editores que hubiesen utilizado papel de baja calidad. Por tanto, es lógico pensar que los autores hayan encontrado en la ciudad no sólo la ocasión de publicar, sino también las estructuras capaces de acogerles y una amplia disponibilidad para discusiones e intercambios de experiencias personales.

Hacia el final del siglo XV (1488), estaban activas en Venecia casi 200 imprentas. La producción era muy alta, basta pensar que el editor Aldo Manuzio entre 1494 y1515 había producido 157 títulos con una tirada frecuentemente muy elevada, incluso superior a mil copias (la impresión se efectuaba con prensas a mano). En los años comprendidos entre 1495 y 1501, sólo en Venecia se habían publicado 447 volúmenes, casi un cuarto de toda la producción europea.

En lo que atañe a la vida de la nueva arte en Venecia, éste fue considerado como tal el 18 de Septiembre de 1469, día en el que el Senado concedía por cinco años el honorable privilegio a Giovanni da Spira. En la práctica, el Senado reconocía la especialización, pero todavía no había sido constituido el colegio del gremio. La Mariegola del gremio de los “Libreri e stampadori”, libreros e impresores, fue ratificada el 14 de mayo de 1567.

El primer tipógrafo propiamente veneciano fue, en 1472, Filippo di Pietro. Respecto al lugar de la Scuola de devoción de los “Libreri e stampadori”, sabemos que se reunían siempre en los locales del convento de los Dominicos de S. Giovanni e Paolo. Después del incendio que destruyó el altar de madera situado al principio de la nave derecha de la iglesia, presumiblemente convertido en el altar de la Escuela de los “Libreri e Stampadori”, y en ocasión de su reconstrucción en la segunda mitad del siglo XIV, allí fue colocado un retablo de Giovanni Bellini. Este retablo se perdió en un posterior incendio acaecido en la Capilla del Rosario durante la noche del 15 al 16 de agosto de 1867, donde había sido colocado para una restauración apenas terminada. Por fortuna se ha mantenido una copia, que representa, en el centro, tres niños leyendo un libro bajo el trono de la Virgen.

El clima cultural en el que los impresores se encontraban trabajando era el de una ciudad disponible a acoger todo tipo de pensamiento y tendencia, filtrándolos y regenerándolos en un sentimiento autónomo. En la ciudad nunca se instituyó una verdadera universidad. Estaban activos numerosos centros culturales, como el círculo del helenista Giovanni Lascaris, las escuelas de Rialto y de San Marcos, abiertas éstas sólo a los nobles y en las que se impartían lecciones de filosofía moral y retórica. La Scuola de San Marcos, fundada en 1408, tuvo como enseñantes a Giorgio Merula, Giorgio Valla y Giorgio de Trebisonda. A su cierre, ocurrido el 31 de marzo de 1485 tras un desastroso incendio, parte de los numerosos códices fueron salvados y llevados a Ferrara, donde actualmente se conservan en la biblioteca Estense.

En los locales de la iglesia de San Juan Limosnero, se impartían lecciones de lógica, de filosofía natural y de matemáticas. El humanista Ermolao Bárbaro había fundado en el palacio familiar situado en Fondamenta de San Juan en la Giudecca, en 1484, una Academia de filosofía con tendencia aristotélica. En los conventos de las iglesias de San Giovanni e Paolo, dei Fari, de San Esteban, de S. Francesco della Vigna, San Miguel de Isola y San Antonio de Castello, existían importantes centros de intercambio intelectual con espléndidas bibliotecas anexas. Otras bibliotecas “privadas” existentes en la ciudad eran las del Cardenal Bessarión, compuesta por 482 códices griegos y 264 latinos y que fue donada a Venecia en mayo de 1468. también estaban las de Francesco y Ermolao Barbaro, de Cosme de Médici en S. Giorgio Maggiore, la de la Universidad Paolina de medicina y filosofía y la biblioteca de San Marcos. Los exponentes del mundo cultural, gracias al buen funcionamiento del Estado veneciano, habían podido percibir y alimentar un significado de la vida sin la angustia del tiempo y la violencia del poder. Casi parecía haberse instaurado en los venecianos la convicción de que la “Serenísima” siempre había existido y que ninguna otra fuerza habría podido incidir en su estabilidad durante siglos. Esta relativa “paz social” había permitido y estimulado a los artistas a investigar en todas las disciplinas, incluso en las de temática filosófico-religiosa que en otras naciones se obstaculizaban y perseguían frecuentemente. Sin embargo, al inicio del siglo XVI, en parte a causa de las tensiones ;internas entre las familias en la gestión del estado, fomentadas por el poder temporal de la Iglesia de Roma, y en parte como consecuencia de las derrotas militares que Venecia había padecido especialmente en el Adriático y en el Egeo, la atmósfera estaba cambiando.

En el clima creado por la Controrreforma, los numerosos procesos dirigidos contra personas de cualquier clase acusadas de inclinación hacia el luteranismo, mortificaron la inspiración, la investigación y la apertura hacia lo nuevo por parte de intelectuales y artistas. La libertad de prensa sufría un ataque hasta ahora impensable. Marín Sanudo, en sus Diari (1496 – 1533), anota que el vicario del Patriarca había transmitido, a fecha 25 de agosto de 1520, al consejo del Senado la petición de condenar la obra de Martín Lutero y que, por consiguiente, se prohibiera su publicación. Lutero había tenido muchos simpatizantes. Sus textos circulaban en la ciudad bajo el pseudónimo de Lambertus da Nigroponte. El primer catequismo luterano fue publicado en 1525 por Zopino. Los libreros venecianos, como respuesta a lo que justamente consideraban una censura y por tanto una negación de su trabajo, organizaron una intensa red de importación clandestina de los volúmenes prohibidos. A raíz de este comportamiento algunos libreros fueron arrestados y el gremio se encargó de mantener a sus mujeres e hijos.

En 1527, los volúmenes de Lutero y de sus seguidores fueron quemados en el Campo San Giacometto en Rialto. También los hebreos vieron quemar sus libros, incluido el Talmud, en la Plaza de San Marcos en 1533.

ALDO MANUZIO Y SU MARCA

Aldo Manuzio no fue solo un tipógrafo, sino un verdadero editor y como tal es considerado por su extraordinaria erudición, por la sabia traducción e interpretación de los textos y por la excelente ejecución. La primitiva sede de la tipografía estaba localizada en las cercanías de la plazuela de San Agustín en la Calle del Pistor n° 2343; luego en 1508, fue transferida a la calle de San Paterniano, en el área del actual Campo Mann. De carácter un poco rudo y sin miramientos, a Aldo Manuzio no le gustaba perder el tiempo y por esto había fijado un cartel a la entrada de la tipografía con el que desanimaba a los vagos. Como tipógrafo había publicado en 1499 para el editor veronés Leonardo Crasso, que ocupaba el cargo de Protonotario apostólico, el volumen “Hypnerotomachia Poliphili” y era muy conocido por los caracteres de imprenta inventados por él, quizás, con la aportación del fraile filósofo y matemático Luca Pacioli, o del diseñador boloñés Francesco Griffo.
Sus libros habían alcanzado un gran nivel de prestigio y numerosos reconocimientos por toda Europa sufriendo, precisamente por este motivo, la imitación y la falsificación por parte de otros editores, sobre todo florentinos y de Lion. Esto provocaba sus repetidas quejas, hasta incluso pensó en poner la siguiente solemne advertencia en el volumen de los “Carmina” (Cánticos) de Horacio (editado en mayo de 1501): “Iussu, mandatove Illustrissimi P (opuli) S (enatus) Q (ue) V (eneti) Nobilis. Literator. Plebeie. Impressor. Mercator: Mercenarie quisquis es. Id genus Characteres. Ne attingito...” (Con la autorización del Ilustrísimo Pueblo y Senado Véneto. Noble literato, ciudadano, impresor, mercader, mercenario, quienquiera tú seas. No usarás...este tipo de caracteres). En el volumen de los Epigramas de Marziale, publicado en el mismo año, insirió esta maldición en grandes letras: "Quisquis es qui quoquomodo huiusce excusionis ergo adversus ieris, damnatus esto et reus Ill. S. V. Ne dicas tibi non praedictum cave". (Quienquiera que seas, que de cualquier forma vayas en contra del decreto al que se refiere este carácter, serás condenado como reo frente al Ilustrísimo Senado Véneto. Cuídate de decir que no se te ha advertido).

El ambiente de su tipografía constituía un auténtico círculo literario dado que Aldo Manuzio se tomaba muy en serio su responsabilidad. Había llamado para colaborar como correctores (se debe entender no sólo como traductores y revisores de los borradores, sino como redactores y consultores editoriales), a los más significativos humanistas de Italia. También el uso del papel, utilizado para la imprenta, el de Fabriano, el mejor que se encontraba en el mercado, en el formato de 32x42 cm., llevó a un resultado sorprendente. Plegándolo en dos se obtenía el “folio” (32x21 cm.), en cuatro el “cuarto” (16x21 cm.), en tres el “octavo” (10,5x16 cm.). Aldo Manuzio, a principios del siglo XVI, había ideado e iniciado el uso del “octavo”, con gran resultado comercial. Prácticamente, había inventado el “encheridio”, el libro de bolsillo.

Con en el paso del tiempo, Aldo fundó en el mes de mayo de 1502 una academia, la “Nueva Academia de los filo helénicos” o Academia Aldina. Tal era su pasión por la lengua griega, que durante los encuentros era obligatorio hablar en griego antiguo so pena de multa pecuniaria, cuyos beneficios debían ser utilizados en un banquete que tenía como comensales a los mismos componentes de la academia. Entrelazó relaciones de colaboración, trabajo y amistad con las mejores mentes de aquellos años; sólo por recordar algunos, Poliziano, Gerolamo Donà, Erasmo de Rotterdam, Pico della Mirandola, Alberto Pio di Carpi, Pietro Bembo, Giovanni Lascaris, Giovanni Giocondo da Verona, Elia del Medigo y Francesco Colonna.

Manuzio fue un editor muy prolífico: publicó la obra íntegra de Aristóteles, parte de Platón en la traducción de Marsilio Ficino, las obras de Aristófanes, Teócrito, Isócrates, Homero y Eurípides. Entre los autores italianos se debe recordar a Dante, Petrarca, Pietro Bembo, Policiano y Santa Catalina de Siena. Por su capacidad, su ingenio y su arte, Aldo, patrocinado por Marín Sanudo El Joven (1466-1536), había obtenido el 14 de noviembre de 1502 del Senado, el privilegio de impresor oficial de la República. En el decreto, se señala a Aldo como hombre “...dotado de singular virtud y doctrina...”, se le reconoce el mérito de haber publicado “...numerosos textos griegos y latinos con gran cuidado y diligencia utilizando los caracteres de ambas lenguas, suscitando la admiración de todos los estudiosos...” su marca, que representa el ancla y delfín, según una tesis interpretativa aceptada por la mayoría, se referiría a Festina lente, el “date prisa lentamente” atribuido por Suetonio a Octavio Augusto. La República le honra con la medalla de 50 mm de diámetro, conservada en el Museo Correr de Venecia, que representa sobre el anverso el busto de Aldo Manuzio con la inscripción de su nombre, “ALDUS PIUS MANUTIUS R(omanus)”, y sobre el reverso la marca con su lema en griego “Festina lente”.

Franco Filippi


1500 - - rev. 0.1.37

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